Comentario
A nivel popular, tal y como se refleja en algunas películas y cómics, prehistórico es todo aquello anterior a la aparición de la escritura, ya sea un dinosaurio o un hombre de Cro-Magnon. Esta idea, justificable desde un punto de vista cronológico, es no obstante incorrecta desde el punto de vista de la Ciencia, porque la Prehistoria sólo trata de aquella parte de la trayectoria humana anterior a la invención de la escritura. Por tanto, Prehistoria e Historia tienen en el hombre su mismo objeto de estudio y son, en este sentido, una única disciplina. Sin embargo, las profundas divergencias que existen entre ambas, referidas tanto a técnicas de investigación como a problemas y enfoques, son de tal magnitud que, en la práctica, se consideran como materias radicalmente distintas.
Desde el punto de vista científico, la utilización de la aparición de la escritura como evento separador entre una y otra es también problemática, porque su aparición no fue sincrónica en todo el planeta, ni siquiera universal. Esto da lugar a la convivencia, incluso en nuestros días, de sociedades ágrafas con otras capaces de producir documentos escritos, lo que significaría que, en cierto sentido, habría pueblos prehistóricos contemporáneos de estados históricos. Para el caso del mundo mediterráneo, en el que la Península Ibérica juega un papel relevante, estas sociedades que carecen de escritura pero son citadas, y a veces hasta descritas con cierta precisión, en las fuentes históricas contemporáneas de la Antigüedad (literarias, gráficas...), se consideran protohistóricas y su estudio forma una verdadera interfase entre Historia y Prehistoria, correspondiente en general a la Edad de los Metales europea.
Si, por tanto, la Prehistoria ocupa desde la aparición del hombre sobre el planeta, hace unos 2,7 millones de años en África oriental, hasta el inicio de la escritura en el 3300 a. C. en Mesopotamia, constatamos que su duración supone el 99,9 % de la evolución humana, mientras que la Historia sólo se ocupa del 0,1 % restante. Aunque en el caso de la Península Ibérica dicho lapso sea menor -desde hace tal vez un millón de años, aproximadamente, hasta las Guerras Púnicas- no deja por ello de ser una duración enorme. Sin embargo, no resulta tan impresionante si lo comparamos con los 4.550 millones de años de la Historia de la Tierra, que es estudiada por otras disciplinas también históricas, aunque desprovistas de contenidos sociales, como son la Paleogeografia, la Paleontología, la Geodinámica...